Rollitos de vino
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Quiere romper moldes, iniciar una nueva corriente en la narrativa contemporánea. Para ello, lleva años analizando los títulos de los libros más vendidos, los estilos de los diferentes escritores, las líneas estéticas de las diversas editoriales de prestigio, los premios nacionales e internacionales. Se encuentra en disposición de escribir un auténtico best-seller , una obra magnífica. Su obra. Una revelación literaria. Está convencido.
Lleva muchos días dándole vueltas en la cabeza a la primera frase del libro. La primera frase es decisiva. El libro entero depende de esa primera frase. Su cabeza no para de dar vueltas a lo mismo. La primera frase.
Por fin, ha llegado el momento. Jerónimo Romaguera se ha sentado ante el ordenador con una bandeja de rollitos de vino y una botella de mistela. Su mujer y sus hijos duermen. Son las doce y media de la noche. Cuando escribe necesita concentrarse. Comer rollitos de vino y tomar pequeños sorbitos de algún licor le ayuda a concentrarse. Su mujer los hace. Mezcla aceite, limón, vino y azúcar. Luego añade la harina y las gaseosas. Están buenísimos. Jerónimo le da al interruptor y se come dos rollitos. Antes de que la pantalla se encienda toma un vasito de mistela. El cursor parpadea ante él. Jerónimo Romaguera se concentra. Cierra los ojos y deja la mente en blanco. Toma otro rollito y mastica en silencio.
De repente, sus dedos comienzan a teclear la primera frase: “El sol caía lentamente sobre el mar”. No, no. Faltan adjetivos, se dice.Toma otro trago y se mete un nuevo rollito en la boca. Vuelve a teclear: “El dorado sol caía lentamente sobre el mar azulado”. Jerónimo Romaguera no está muy convencido. Tal vez falta alguna comparación. Teclea: “El dorado sol caía lentamente sobre el mar azulado, como una gran pelota de fuego”. No. Lo de la pelota no le gusta. Suena a fútbol. Llena el vaso. Coge otro rollito y se lo zampa casi sin masticar.Mejor darle un tono mitológico. “El dorado Apolo con su carro de fuego caía sobre el azulado reino de Neptuno”. Tal vez es demasiado. Eliminemos mitología y pongamos algún cultismo o alguna referencia astronómica. Se bebe el vaso de un golpe y lo llena otra vez. “El astro rey con su célico carro ígneo se precipitaba sobre el cerúleo reino de Neptuno”. No. Es excesivo. Se zampa dos rollitos más y otro vasito de mistela mientras reflexiona. Mejor darle un tono natural. “El astro rey con su carro de fuego se precipitaba en el mar”. Quizá haya mucha metáfora. Quitemos paja: “El astro rey se precipitaba en el mar”. Sólo queda un rollito, lo coge y lo paladea con deleite. Vuelve al tema.Titubea. Seguramente será mejor eliminar todo lo superficial: “El sol caía al mar”. O mejor aún: “Caía la tarde”. O tal vez: “Empezaba la noche”. O simplemente: “Anochecía”.
Se le han terminado los rollitos y la botella está por la mitad.
Jerónimo duda. Enciende un cigarrillo. Se queda con la mente en blanco durante unos minutos en los que el silencio se vuelve insoportable. Apaga el cigarrillo y el ordenador, toma la botella por el cuello y comienza a beber a morro hasta que se la termina. Por la ventana puede verse la luna, como una guillotina en mitad de la noche. Es muy tarde. El reloj de pulsera marca las dos menos cinco.
Jerónimo Romaguera sonríe convencido de que está en el buen camino. Se levanta con bastante dificultad, y, procurando no despertar a su esposa, se acuesta sin quitarse la ropa. Mañana seguirá con la novela. Está seguro de que va a ser un verdadero best-seller .
Le pedirá a su mujer que nada más levantarse prepare una buena bandeja de rollitos. Son fundamentales para conseguir una buena concentración.
Fuente: Cuentos deliciosos de J.R. Barat
"Rollitos de vino" escrito por Juan Ramón Barat, con la locución de José Modesto García Zamarreño, mezclada con música basada en:
"Nature Kid" de Podington Bear, de su disco "Background" d escargada de la página web http://freemusicarchive.org "Rollitos de vino" por José Modesto García Zamarreño
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