El parque
Luis Cernuda
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El Parque de María Luisa aparece reflejado en varios capítulos de Ocnos. Durante los años que vivió en el Cuartel de la Borbolla, Luis Cernuda estuvo en permanente contacto con el mismo. Así puede comprobarse, por poner un par de ejemplos, en El placer o Primavera. Pero quizá sea en El parque donde el autor más se recrea al describirlo:
Sobre la hierba, donde orillan la avenida bancos sin nadie, pequeños en la distancia al pie de los grandes árboles, la luz matinal cae en haces alternados con otros de sombra. Los troncos, componiendo la perspectiva, parecen desde lejos demasiado frágiles para sostener, aunque aligerada por el otoño, la masa de sus frondas, a través de las cuales se transparenta el celeste tan leve del cielo, indeciso aquí y allá entre el rosado y el gris. Un viso de oro lo envuelve todo, armonizando los diferentes verdores, más que como obra de la luz, como obra del tiempo sedimentado en atmósferas sucesivas. La naturaleza a solas recoge en su seno tanta calma y tanta hermosura, originadas y sostenidas una por otra, igual que sonido y sentido en un verso afortunado.
A la tarde, el viento se lleva por la alameda algo que en su alada rapidez no se sabe si son hojas secas o doradas aves migratorias. Tibia la hora, algún grupo de árboles manteniendo su verdor intacto, las palomas revuelan tocadas de ímpetu vernal, y los niños vienen con sus triciclos, con sus cometas, con sus veleros. Si bajo el píe no crujiesen las hojas, nadie diría que fuese otoño, ni siquiera ese perro valetudinario que, encelado y envidioso, ronda los juegos de sus congéneres jóvenes. La luminosidad de un verano de San Martín llena la tarde de promesas engañosas: el buen tiempo presenta un futuro dilatorio, de momentos tan plenos como los días largos de toda una primavera que comienza. Allá entre los troncos más lejanos, donde un vapor ofusca la trasparencia del aire, por la llama de esa hoguera se diría que arde, en pira de sacrificio, buscando transustanciación, el otoño mismo.
Esta glorieta hacia la cual convergen ascendentes las avenidas, parece a la madrugada extinta cavidad de un cráter, en cuyo centro delata a las aguas negras del gran estanque, con un iris rojo, extrañamente cercana y encendida, la luna. Cómo llega a los huesos la frialdad húmeda de la noche, desencarnando al transeúnte y libertando su fantasma. En tal paisaje de trasmundo, sólo la fuerza del deseo retiene sobre el esqueleto los cuerpos abrazados de esa pareja en un banco, a salvo con otra forma de anonadamiento del que infligen las fuerzas maléficas de la noche roja y negra sorbiendo de las venas la sangre y filtrando en su lugar la sombra...
"El parque", de Luis Cernuda, incluido en el libro "Ocnos", editado por Huerga y Fierro en el año 2002, con la locución de Semari Linares Vidal, mezclada con música basada en: "Ranz des Vaches" de Gioachino Rossini, por Kevin Macleod. "El parque", de Luis Cernuda, incluido en el libro "Ocnos", editado por Huerga y Fierro en el año 2002, con la locución de Semari Linares Vidal, mezclada con música basada en: "Ranz des Vaches" de Gioachino Rossini, por Kevin Macleod
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