ESCUCHA EL RELATO
“Juan el oso”, con locución de Paco Jorquera, y música basada en “Los Planetas” de Gustav Holst y ”Joie, plaisance et douce norriture” de Guillaume de Machaut.
Este texto es un cuento clásico de tradición oral anónimo y adaptado por Paco Jorquera.
En casa le dijo a su madre que quería irse a ver mundo, que incluso el pueblo era pequeño.
Entonces su madre fue a visitar al herrero y pidió que le hiciera una porra de siete toneladas. Y así lo hizo el herrero. Puso la forja a todo lo que daba e hizo una porra enorme. Tan grande que cuando terminó no pudo ni moverla. Pero entonces llegaron Juan y su madre, y esta le dijo: "Toma esta porra, Juan, y ves a buscar tu sitio." Juan se la echó al hombro y con ella se fue tranquilamente.
Por último, Juan se ató la cuerda y se lanzó al pozo. Bajó y bajó. Escuchó el siseo y los golpes, y también unas carcajadas muy graves. Pero él bajó con la porra colgando y llegó hasta el fondo. Una vez abajo, la agarró con fuerza, se la echó al hombro y se fue a explorar.
y éste le dijo que haría por él cualquier cosa si le daba el cuervo. Juan, sosteniendo la jaula del cuervo le pidió que le contara la historia de cómo habían encontrado a las princesas. Y Allanamontes se jactó de cómo habían engañado a Juan y engañado al rey. Juan cumplió su palabra y le entregó el cuervo.
LEE EL TEXTO
Esta es una historia de antes de
que el hombre fuera hombre; y quizב sobre cómo lo hizo.
Juan nació en una cueva y solo veía el sol cuando su padre, un terrible oso, apartaba la piedra que tapaba la entrada para traerles comida a él y a su madre. Su madre era una cariñosa granjera que había sido encerrada allí por los instintos del enorme animal.
Juan nació en una cueva y solo veía el sol cuando su padre, un terrible oso, apartaba la piedra que tapaba la entrada para traerles comida a él y a su madre. Su madre era una cariñosa granjera que había sido encerrada allí por los instintos del enorme animal.
Juan, que había heredado su pelo
de oso, sus grandes pies de oso, y su rabo de oso; creció, también, grande y
fuerte cómo un oso. Un día, cuando ya tenía doce años, Juan le dijo a su madre:
-"Madre, quiero ver el sol,
quiero ver qué hay más allá de esa piedra. Ivámonos de aquí!" y con sus
fuertes brazos apartó la gran roca como si nada. Su madre, que tenía miedo del
terrible oso, dudó y dijo a Juan que era peligroso salir. Que aunque fuera una
cueva pequeña, allí estaban seguros. En ese momento, el oso, que volvía de
cazar; encontró a Juan en la entrada. Y sorprendido de al ver que había podido
mover.la gran piedra rugió enfadado. Pero Juan, levantó la gran piedra y mató
al oso lanzandosela.
Juan ysu madre se fueron al
pueblo de sus abuelos, que celebraron contentos el regreso de su hija; y, aunque
sorprendidos, también acogieron a su peludo nieto.
Para Juan.todo era-nuevo. Los árboles,
los riachuelos, y también la escuela a la que lo mandaron. Pero no todo era bueno.
Pues en la escuela se metieron con él:
-"Mira que pelos más largos.
[Es cómo un oso!" -Se burlaban los niños.
-"Mira que rabo tiene. ¡ Eso
no puede ser normal, parece un oso!" Se horrorizaban las niñas.
-"Pero qué pies más grandes
y descalzos. iAsí no puedes venir aquí, so anima!!" -Decía los maestros.
y pasaba tan a menudo que
empezaron a llarnarlo "Juan el Oso". A Juan no le gustaba que se
burlasen de él y se
pasaba el día peleándose. E incluso llegó a enfrentarse a los
maestros. Un día le
dijeron: "Si esto sigue así tendrás que irte."
¿y qué creéis que dijo Juan?
"¡Pues me voy!"
En casa le dijo a su madre que quería irse a ver mundo, que incluso el pueblo era pequeño.
Entonces su madre fue a visitar al herrero y pidió que le hiciera una porra de siete toneladas. Y así lo hizo el herrero. Puso la forja a todo lo que daba e hizo una porra enorme. Tan grande que cuando terminó no pudo ni moverla. Pero entonces llegaron Juan y su madre, y esta le dijo: "Toma esta porra, Juan, y ves a buscar tu sitio." Juan se la echó al hombro y con ella se fue tranquilamente.
Por el camino, encontró a un par de hombres que
estaban trabajando el campo. Mientras uno arrancaba pitos a guantazos, el otro
allanaba la tierra a culazos.
-Me llamo Juan el Oso, ¿vosotros
cףmo os lIamבis?-Dijo Juan orgulloso.
-Yo soy Arrancapinos. -Contestף el que arrancaba pinos a
guantazos.
-y yo soy
Allanarnontes."> Dijo el que allanaba el suelo a culazos.
-¿Cuánto os pagan por eso que hacéis?
-Cuatro perras. -Respondieron al
unísono.
-Pues yo os doy el doble si os venís
conmigo. -Cuando Juan dijo eso los hombres se miraron, tomaron sus cosas, dejaron el campo a medio hacer y se fueron con él.
Al caer la noche buscaron refugio
y encontraron una casucha abandonada y destartalada con un pozo. Entre los tres decidieron que Arrancapinos se quedaría a hacer la
cena, y mientras, Juan y Allanamontes irían a buscar la comida para el día siguiente. Cuando Arrancapinos
ya había terminado de hacerla, del pozo salió un duende barbudo y le dijo:
-¡Tú, animal de bellota! ¿No
sabes que ésta es mi casa? Dame ahora mismo esa olla.
- ¡¿Pero qué dices canijo?! Esta
olla es nuestra y no te la voy a dar.
-j¿Que, qué?! -jBim!¡Pam! El
duende, que era más fuerte de lo que parecía, le dio una tunda a Arrancapinos que lo dejó
tiritando. Luego se comió la cena; se cagó en los cacharros y se metió al pozo de nuevo.
Cuando Juan y Allanamontes vieron
el panorama le preguntaron qué había pasado, y Arrancapinos le contó la
historia. Éstos lo miraron extrañados y tuvieron que conformarse con el pan
duró que había quedado:
Al día siguiente se quedó
Allanamontes a hacer la cena mientras los otros dos salían a buscar.
Ahí estaba la cena recién hecha que salió de nuevo el duende y dijo:
Ahí estaba la cena recién hecha que salió de nuevo el duende y dijo:
-¡Tu pollino! ¿No sabes que ésta
es mi casa? Me voy a comer esa olla y te vas a enterar. -El duende.cumplió su palabra. Le dio aAllanamontes una somanta de palos que lo
dejó temblando, se comió la comida y se cagó en los cacharros .
Cuando volvieron sus compañeros,
les contó la historia. Juan, resoplando dijo: "Venga, pues mañana me quedo yo," Al día siguiente se fueron Arrancapinos y Allanamontes
a buscar lo del día siguiente y Juan se quedó haciendo un cocido que olía a gloria.
Y claro, el duende salió de nuevo del pozo. Pero ésta vez, antes de que pudiera
abrir la boca, Juan echó mano a su enorme cachiporra de siete toneladas y le
dio en todo el morro, tan fuerte que el duende voló de una punta a la otra de la
casa. Éste miró a Juan sorprendido y le dijo: "Vale, vale. No me pegues más.
Mira, quédate con mi oreja. Cuando tengas un problema, muerdela." El
duende se cortó la oreja y se la dio a Juan, y acto seguido se metió en el pozo
y desapareció.
Cuando los otros dos llegaron y vieron
el cocido que había, se relamieron. Juan les puso de
cobardes para arriba, pero esa noche los tres se dieron un festín.
cobardes para arriba, pero esa noche los tres se dieron un festín.
Cuando amaneció, y estaban
frescos, decidieron que bajarían al pozo a buscar tesoros. Cogieron una cuerda
muy larga y la echaron para abajo. El pozo era tan profundo y tan oscuro que no
se veía el fondo. Juan le dio una campanilla a Allanamontes y le dijo que bajase
primero, y que cuando no pudiera más o si había algo peligroso tocase la campana
y le subirían enseguida. Ahí que bajó Allanamontes, y cuando iba a mitad de
camino, escuchó un siseo que le puso los pelos de punta. Tocó la campana tan
fuerte como pudo y los otros lo subieron enseguida. Entonces fue el turno de
Arrancapinos. Bajaba él, cuando escuchó el siseo, pero aguantó. Pero entonces,
un poco antes de lIegaral fondo, escuchó unos golpes muy fuertes en el suelo
que lo hicieron retumbar, tocó la campanilla como un loco y enseguida lo subieron.
Por último, Juan se ató la cuerda y se lanzó al pozo. Bajó y bajó. Escuchó el siseo y los golpes, y también unas carcajadas muy graves. Pero él bajó con la porra colgando y llegó hasta el fondo. Una vez abajo, la agarró con fuerza, se la echó al hombro y se fue a explorar.
Encontró, entonces, una habitación
con tres puertas. Se acercó a una de ellas y la echó abajo de una patada. Allí
encontró a una joven muy bonita que lloraba. Al ver a Juan, con sus grandes pies,
su upido pelo y su rabo de oso, se sorprendió; y le dijo: "Vete de aquí
muchacho, pues me guarda un toro bravo y te matará si te ve." Juan, que no
tenía miedo fue a enfrentarse al toro; y de un cachiporrazo lo dejó tieso. Entonces
ató a la joven a la cuerda e hizo sonar la campana para que la sacaran de allí.
Fue entonces a la siguiente puerta
y la tumbó de un bofetón. Allí encontró a otra jovencita, igualde hermosa que
la anterior. Ésta también se sorprendió al verlo sujetando la enorme ',' cachiporra
de siete toneladas. Pero al ver que no había mal en él, le dijo: "Oh! Fuerte
mozo, a mí me guarda una serpiente de diez cabezas. Vete, vete o te matará."
Pero Juan no tenía miedo de la serpiente y fue a enfrentarse con ella. Le dio
un cachiporrazo en cada cabeza hasta que dejó de moverse. Y entonces, ató a la
chica a la cuerda y tocó la campanita para que la sacaran de allí.
Por fin llegó a la tercera puerta,
y la echó abajo de un cabezazo. Dentro había una chica tan bonita cómo las otras dos, que al ver los
grandes pies, el pelo y el rabo de oso de Juan; su gran cachiporra, y sus grandes músculos; se echó a
sus brazos llorando y le contó su historia:
Le dijo que ella y sus tres
hermanas eran princesas de un reino lejano a las que un gigante había. encantado
por haber tocado un manzano en el jardín de palacio. Un manzano que su padre les
había prohibido tocar. Y que al hacerlo, la tierra se abrió y se las tragó.
Pero también le advirtió:
-A mí me guarda el mismo gigante
y te matará si te ve.
-No tengo miedo. -Dijo Juan.
-Si vasa luchar con él, debes saber
que te llevará a otra habitación donde hay muchas espadas.
Te dará la que más brilla, pero tú
coge la más vieja y deslustrada.
Una gran risotada grave sacudió la
caverna. "¡Hueeeelo a caaarne freeesca!". La princesa escondió a
Juan en un armario, pero cuando el gigante la amenazó con comérsela a ella si no
le decía dónde estaba, Juan salió con su gran cachiporra en la mano.
El gigante le dio un guantazo tan
fuerte que él y su cachiporra de siete toneladas salieron volando en direcciones diferentes. Entonces cogió a Juan
con sus enormes manazas y se lo llevó a otra
habitación y allí lo soltó. Cómo la princesa le había dicho había muchas
espadas, brillantes la mayoría. Y el gigante
le dijo:
-Te vooooy a dar una
oportunidaaaad, coocooge ésta espaaaaada y lucha conmiiiiiiigo.- Ofreciéndole una espada muy brillante.
Pero Juan, haciendo caso a la
princesa tomó la más vieja y deslustrada. Dándose cuenta que era de hierro y no
de hojalata como las otras. Lucharon y lucharon hasta que Juan se las apañó para
darle una estocada mortal y matar al gigante. Entonces ató a la princesa a la cuerda,
pero antes de que la subieran, ésta le dio a Juan un anillo que llevaba. Sin
embargo, cuando le tocó subir a él, vio caer la cuerda al completo y se dio
cuenta de que Arrancapinos y Allanamontes se había ido llevándose ellos a las princesas;
y de que él no podría salir.
Entonces se acordó de la oreja
del duende. La sacó, la mordió, y apareció de la nada el duendecillo que le
preguntó qué quería. Juan respondió: "Dame claridad." Entonces el
duende se dividió en un montón de duendecillos que acariciándolo con las manitas
fueron quitandole la piel de oso y poniéndole un traje elegante. Luego se juntaron
de nuevo y se transformaron en un caballo de grandes alas blancas. Juan se
montó en él y volando salió del pozo.
Al llegar al reino lejano, Juan
se enteró de que el rey había dado una gran recompensa a dos valerosos jóvenes que habían rescatado a sus tres hijas del pozo. Pero que para
casarlas primero debían llevarle la uña de un genio que estaba en un bosque profundo, las
alas de un cuervo rojo, y ganar las justas del reino.
Entonces Juan, montado en su
caballo volador fue al bosque y encontró la uña rápidamente, en la copa del árbol más alto. Al volver se encontró con Arrancapinos que no lo
reconoció, éste le dijo que si le daba la uña, haría lo que fuese por él. Entonces Juan, astuto,
sujetando la uña le dijo: "A partir de ahora y durante un año no podrás mentir. ¿Aceptas?"
Arrancapinos, sin pensárselo dos veces aceptó, y Juan le dio la uña.
De ahí, se fue volando hasta el
castillo dónde encontró al cuervo rojo enjaulado debajo de la mesa real; bajo una losa suelta. Al salir se encontró a Allanamontes que
tampoco lo reconoció.
y éste le dijo que haría por él cualquier cosa si le daba el cuervo. Juan, sosteniendo la jaula del cuervo le pidió que le contara la historia de cómo habían encontrado a las princesas. Y Allanamontes se jactó de cómo habían engañado a Juan y engañado al rey. Juan cumplió su palabra y le entregó el cuervo.
Después se apuntó a las justas, y
allí su fuerza y su caballo volador no tuvieron rival. Y fue reconocido cómo el hombre más fuerte del reino.
Entonces los tres se presentaron
ante el rey con sus trofeos. Pero cuando el rey iba a anunciar su juicio, Juan dio un paso al frente y dijo:
-Mi rey, el único que salvó a las
princesas soy yo y estos hombres me engañaron. Y aquí está la prueba. -Juan enseñó el anillo que le había dado la princesa. Y las tres jovencitas
lo reconocieron al instante.
-Tienes mi gratitud valiente
joven, pero eso no es suficiente para casarte con ellas. -Dijo el rey.
-Lo sé, mi rey. Pero también soy
yo quien ha conseguido éstos tres trofeos.
-¿Es eso cierto? -Preguntó el Rey
mirando a-Arrancapinos y a Allanamontes.
Arrancapinos estaba a punto de
contar una mentira, pero entonces la uña del genio, que era mágica, haciendo realidad el pacto que hicieron, encantó al hombre que tuvo que
decir la verdad.-Si es, cierto mi rey. -Dijo Arrancapinos sorprendido de que esas
palabras salieran de su boca.
-No, no es cierto, éste cuervo lo
encontré yo. -Replicó Allanarnontes. Pero entonces:
-¡Graaak! Mentira, mentira. -Dijo
el cuervo que había escuchado la conversación entre él y Juan. Pues cómo todo el mundo
sabe, los cuervos rojos saben hablar, y éste contó al rey lo que había escuchado. El rey miró a Juan y asintió impresionado, casándolo con las
tres princesas. Y a Arrancapinos y Allanamontes los mandó a trabajar a las cocinas como castigo.
Y cómo era de esperar, Juan y las
princesas fueron felices y comieron las perdices que los bribones les tuvieron que preparar.
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