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lunes, 26 de junio de 2023

Carta a la madre con locución de Susana de Torres Mora

 



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"Carta a la madre", de Xabier P. Docampo, forma parte del libro “Cuatro cartas” editado por Anaya en el año 2000, con locución de Susana de Torres Mora acompañada por la pieza "La paloma" versionada por el compositor Sebastián Iradier



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Carta a la madre

Querida madre:

¿Cuánto tiempo hace que no nos ve­mos? Más de veintitrés años. Y con ellos se han ido tantas cosas que no me viste hacer, tantas que no te conté, tan­tos pensamientos que no me adivinas­te, que si esta carta fuese para contarte todo cuanto me sucedió en este tiem­po, sería muy larga. Ahora, de lo que más me acuerdo es de cuando yo era muy pequeño y tú todavía eras joven. Veo con total claridad los momen­tos aquellos en los que, uno a cada lado de la máquina de coser, tú cantabas tangos que yo aprendía. El que mejor recuerdo, porque fue el que más me impresionó por su carácter melo­dramático, es Noche de Reyes, y en es­pecial aquella estrofa que decía:

¡Qué cuadro, compañeros!

¡No quiero recordarlo! 

Me llena de vergüenza,

                     de oprobio y de rencor.

La palabra oprobio me resultaba es­pecialmente atractiva. Ignoraba su sig­nificado exacto. Esto me parecía nor­mal, en las letras de las canciones siempre había alguna palabra incom­prensible para mí. De todas ellas era oprobio la que ejercía sobre mí una atracción especial. Ya para siempre sería una de las dos o tres a las que atribuyo el origen de mi amor por las palabras. Soñaba con escribirla en al­guna redacción de la escuela, pero después nunca lo hacía porque me pa­recía una profanación, debía reservar­la para ocasiones más solemnes. No debieron llegar nunca esos tiempos, porque todavía no la he escrito.

Allí mismo, delante de la máquina de coser ALFA, pasé algunos de los ra­tos más felices de mi vida. Nunca sa­brás la emoción que me producía escu­charte recitar de memoria las poesías de San Juan de la Cruz. ¿Cómo es po­sible que supieras entero el Cántico Espiritual, tú, una mujer sin más estu­dios que los primarios? Es igual, el caso es que yo te escuchaba recitar aquello de

¿Adónde te escondiste,

Amado y me dejaste con gemido?»

O:

dejando mi cuidado

entre las azucenas olvidado,

y yo me quedaba asombrado y enre­dado en tu voz.

Y también me veo sentado a tu lado, tú cosiendo y yo leyendo alguno de los pocos libros que había en casa. Lo hacía en voz alta, decías que te gustaba mucho oírme leer. Años des­pués, cuando leer era ya para mí una necesidad y una pasión, me confesaste 31 que lo hacías para que yo le fuese co­giendo gusto a la lectura y lo decías orgullosa de tu éxito.


He pensado muchas veces que lo que tú hacías era la más precisa metá­fora de la lectura. En la costura se parte de un pedazo de tela que hay que cortar y coser. Leer un libro tam­bién es construir una historia a partir de un patrón. Es el lector el que ha­brá de cortar y coser aquellas pala­bras para armar la historia. La lectu­ra es un traje que sienta bien al alma y la embellece, como el vestido al cuerpo.
Sigue aquí, conmigo, el sonido de aquellos versos en tu palabra —de los que se fueron sólo nos queda la voz—, y el sonido de la mía cuando te leía aquellos dos libros que me grabaron en el alma la idea de la literatura

[ como el lugar donde encontrarme con la belleza, con el placer y contigo. Por todo, pero muy especialmente por eso, te quiero.

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