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A UN OLMO SECO
Al olmo viejo, hendido por el
rayo 
y en su mitad podrido, 
con las lluvias de abril y el sol de mayo 
algunas hojas verdes le han salido.
  ¡El olmo centenario en la
colina 
que lame el Duero! Un musgo amarillento 
le mancha la corteza blanquecina 
al tronco carcomido y polvoriento.
  No será, cual los álamos
cantores 
que guardan el camino y la ribera, 
habitado de pardos ruiseñores.
  Ejército de hormigas en hilera 
va trepando por él, y en sus entrañas 
urden sus telas grises las arañas.
  Antes que te derribe, olmo del
Duero, 
con su hacha el leñador, y el carpintero 
te convierta en melena de campana, 
lanza de carro o yugo de carreta; 
antes que rojo en el hogar, mañana, 
ardas en alguna mísera caseta, 
al borde de un camino; 
antes que te descuaje un torbellino 
y tronche el soplo de las sierras blancas; 
antes que el río hasta la mar te empuje 
por valles y barrancas,  
olmo, quiero anotar en mi cartera 
la gracia de tu rama verdecida. 
Mi corazón espera 
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera
otro
otro milagro de la primavera
otroa 
otro milagro de la primavera.

"A un olmo seco", escrito por Antonio Machado, en Soria, en el año 1912, recitado, en conmemoración del 75 aniversario de su muerte, por Miguel Ángel Hernández, con música basada en "concierto para clarinete, Adagio", de Mozart





 
 
 
 
 
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