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Algunas veces cazamos vampiros. No son repulsivos ni malvados, como cuentan las leyendas y predican las moralejas. Tampoco asumen formas humanas, ni muerden el cuello de las mujeres hermosas para darles un placer que humilla a todos los varones mortales. No parecen fuertes y no besan con labios, ni atacan con colmillos. Al contrario: son delicados como telas de araña y pequeños como luciérnagas.
Para atraparlos hay que esperar desnudos en la oscuridad y adelantar al vacío una red pálida y furiosa. El blanco de la piel o de los ojos o de los dientes, las reverberaciones lunares de la red, los marean. El olor del cuerpo sin ropas los conduce, la fantasía del cazador los abraza con ardiente silencio. Es fácil entonces asirlos entre las yemas de los dedos para devorarlos o encerrarlos en frascos transparentes. Algunos los esconden entre los vellos del pubis, otros los disuelven en jugo de adormideras para que el significado de sus sueños exceda la miseria de los días que mueren. Otros se vuelven vampiros también ellos: criaturas de belleza incomprensible, víctimas de los nuevos cazadores que aguardan, los cuerpos irradiantes como lámparas.
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"Fragilidad de los vampiros", de María Rosa Lojo, forma parte del libro “Por favor sea breve, Antología de microrrelatos”, editado por Páginas de Espuma, el año 2009, con locución de Esther Sánchez Martín, y música basada en “Memory of her” de Tairovic Goran.
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