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    Celia en el colegio con locución del Club de lectura La hora del Bizcocho


     



    Club de Lectores "La hora del bizcocho" del IES Ramón Arcas Meca
    Lo integran: Antonio, Clara, Valeria y Alejandra.

    ESCÚCHALO


    Este texto titulado Celia en el colegio, está incluido en la obra del mismo título de la escritora española Elena Fortún  con locución del Club de lectura La hora del Bizcocho y música de Carmen de Juventino Rosas.



    Celia en el colegio


    A vosotras os lo contaré todo... A papá no me he atrevido... ¡Está tan triste el pobrecito! No hace más que una semana que estoy en el colegio, y creo que ha venido a verme más de veinte veces. Yo sólo lo he visto dos días, porque no lo han dejado entrar. ¡Estoy furiosa!

    Habéis de saber que no tengo dormitorio para mí sola. Mi cama está en una sala grande, donde duermen muchas niñas, todas en fila. Yo creí que esto sería muy divertido, porque podríamos charlar y tirarnos las almohadas; pero ¡quia!, ¡ni me hacen caso! La madre dice: «¡Chist! ¡A callar, niña! ¡Estamos en el silencio mayor!».

    Por la mañana, casi de noche, mientras dormimos todas, entra la madre Loreto, da tres palmadas y dice:

    «El ángel del Señor anunció a María», y todas se sientan en la cama y contestan: «Dios te salve, María...».

    Esto está muy bien, y es muy bonito, pero a otra hora, no tan temprano... Por eso me hago la dormida y no contesto.

    La madre me riñe mucho.

    –Esto no puede seguir así. Usted está obligada a decir el Avemaría a la voz del Ángel

    –Yo no he oído decir nada al ángel; en cuanto le oiga contestaré...

    –¡A callar! ¡Estamos en el silencio mayor!

    –Bueno, ¿y cuándo es el silencio pequeño?

    Después me he enterado que hay que estar en silencio todo el día, menos las horas de recreo, y que desde que nos acostamos hasta por la mañana, cuando oímos misa, no se puede hablar nada, nada. ¡Es horrible! ¡Y qué manía de quererlo saber todo! Cuando estamos comiendo me dice la madre:

    –Beba usted agua, que no la ha probado en toda la comida

    –No tengo sed

    –Sí tiene usted sed.

    - ¿Cómo va a saber ella lo que me pasa a mí? También se empeña en que coma sesos, que no me han gustado nunca. –¡Pero si no me gustan!

    –Sí le gustan... Nuestro Señor bebió hiel y vinagre en la hora bendita de su muerte.

    –¡Pues sí que es una razón! ¡Si llego yo a estar allí, menuda pedrada se ganan los que le dieron semejante porquería!

    Además, aquí pasan unas cosas muy extrañas, que si papá las supiera se moría del susto. Tenemos un gallinero y un palomar; pero también tenemos un cuarto para las ratas. Primero pensé que cuando criaban ratas sería para comérselas, y cada vez que veía carne en la mesa ¡me daba un asco! Se lo pregunté a una niña:

    –Dime: ¿esta carne es de las ratas?

    –¡Anda, qué niña más tonta! ¿Cómo vamos a comer ratas?

    –Entonces, ¿para qué las crían en el cuarto de abajo?



    –No las crían..., es que viven allí.

    –Bueno; pero ¿para qué las tienen?

    –Pues porque cuando una niña es muy mala la encierran en el cuarto con ellas

    –¡Mira qué graciosas! ¡Vaya! Pues cuando lo sepa mi papá me saca de aquí. –Siendo buena no la encierran a una nunca...

    - Sé buena tú. Sí, pero yo no sé qué hay que hacer para ser buena.

    Cuando me mandaban en casa estar callada podía jugar con Pirracas... ¡Aquí tenemos tres gatos más antipáticos! ¡He querido atarlos juntos por el rabo, y si me descuido me sacan los ojos!

    Sin embargo, no se está mal del todo en el convento. Hay muchas cosas bonitas. Bajando, bajando siempre por unas escaleras, se llega a una cueva que es grande y oscura y está llena de cajones rotos. ¡Deben de pasar en ella cosas preciosas, como en los cuentos! Oímos misa en el coro, que es un balcón muy grande con reja. La otra noche me mandaron allí a buscar el libro de la madre Bibiana, y vi la iglesia y la lamparilla del sagrario, y a todos los santos abriendo y cerrando los ojos... ¡Qué miedo! Me puse a temblar, pero quería verlos otra vez... Hay una escalerita estrecha, que sube a la torre. Una niña que subió una vez me ha dicho que la torre es tan alta, que en la punta se le ha clavado una estrella reluciente. En el jardín hay una puertecilla casi escondida que siempre está cerrada, y yo supongo que debe de dar a un palacio encantado... por una rendija he visto un jardín, y un pavo real que andaba arrastrando la cola por un paseo... La madre San José, que sabe mucho más que doña Benita, me ha dicho que mientras dormimos, un ángel está con las alas abiertas mirándonos dormir, y que a la hora de comer los ángeles están de rodillas viéndonos. Todas estas cosas son más bonitas que las que pasan en mi casa, y no quisiera irme hasta verlo todo... ¡Ay!, pero papá está muy triste. Hoy ha venido a verme muy temprano.

    –Dime la verdad, hija mía: ¿estás contenta?

    –Muy contenta.

    –Te dejarán dormir todo lo que quieras, ¿verdad? ¿No te levantarás temprano?

    –El ángel me llama, ¿sabes?

    –¿Qué ángel? ¡Qué historias!... ¿Pero tú duermes lo que quieres? ¿Y qué comes?

    –¡Ay, hijo, cosas muy buenas!

    –Pero a ti hay muchas cosas que no te gustan, y no te las harán comer, me figuro yo...

    –Sí, claro. La madre Loreto dice: «Si no te gustan los sesos, no los comas, rica», y me hacen arroz con leche

    –¡Muy bien! Pero mejor sería que te hicieran una sopa de avena, como tomabas en casa... ¿No pasarás miedo? ¿No andarás sola por estos pasillos tan largos?

    –¡Quia! Una madre me lleva siempre de la mano... (¡Qué tonterías se le ocurren a papá!)

    –No juegues con los gatos, no sea que te arañen...

    –¡Pero si yo no hago caso de los gatos! Ya ves, hay un cuarto lleno de ratas y ni siquiera las he visto...

    –¡Ratas! ¿No será para encerrar en ese cuarto a las niñas malas?

    –¡No! ¡Las tienen para comérselas!...

    –¡No es posible! ¡Ay, hija, me parece que tú no me lo dices todo!...

    –¡Si estoy muy bien, papaíto!

    -¡Si estoy muy contenta! ¡Ya verás qué buena soy cuando vuelva a casa!

    –Ya lo sé... Pero por ahora no puede ser... Eres tan loca, que mamá cree que vas a matar a Baby...

    Yo no puedo consentir que papá esté disgustado, y estoy pensando en el modo de salir de aquí. Es muy fácil, si yo consigo que las madres no me quieran tener...


    Este texto titulado Celia en el colegio, está incluido en la obra del mismo título de la escritora española Elena Fortún.


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    Para ello, se van a grabar una serie de lecturas de obras literarias breves con diversas personas (actores, poetas, profesores y periodistas) que generosamente han querido colaborar prestándonos su voz.

    Estas grabaciones se irán publicando a través de los portales de la Red Municipal de Bibliotecas y de la Concejalía de Política Social del Mayor.

    Paralelamente se realizarán talleres de escritura y narración que permitan grabar a los autores sus relatos, ampliando así los cauces de participación de nuestros mayores convirtiéndolos en creadores y narradores de sus propias historias.


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