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"Carta a la madre", de Xabier P. Docampo, forma parte del libro “Cuatro cartas” editado por Anaya en el año 2000, con locución de Susana de Torres Mora acompañada por la pieza "La paloma" versionada por el compositor Sebastián Iradier
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Carta a la madre
Querida madre:
¿Cuánto tiempo hace que no nos vemos? Más de veintitrés años. Y con ellos se han ido tantas cosas que no me viste hacer, tantas que no te conté, tantos pensamientos que no me adivinaste, que si esta carta fuese para contarte todo cuanto me sucedió en este tiempo, sería muy larga. Ahora, de lo que más me acuerdo es de cuando yo era muy pequeño y tú todavía eras joven. Veo con total claridad los momentos aquellos en los que, uno a cada lado de la máquina de coser, tú cantabas tangos que yo aprendía. El que mejor recuerdo, porque fue el que más me impresionó por su carácter melodramático, es Noche de Reyes, y en especial aquella estrofa que decía:
¡Qué cuadro, compañeros!
¡No quiero recordarlo!
Me llena de vergüenza,
de oprobio y de rencor.
La palabra oprobio me resultaba especialmente atractiva. Ignoraba su significado exacto. Esto me parecía normal, en las letras de las canciones siempre había alguna palabra incomprensible para mí. De todas ellas era oprobio la que ejercía sobre mí una atracción especial. Ya para siempre sería una de las dos o tres a las que atribuyo el origen de mi amor por las palabras. Soñaba con escribirla en alguna redacción de la escuela, pero después nunca lo hacía porque me parecía una profanación, debía reservarla para ocasiones más solemnes. No debieron llegar nunca esos tiempos, porque todavía no la he escrito.
Allí mismo, delante de la máquina de coser ALFA, pasé algunos de los ratos más felices de mi vida. Nunca sabrás la emoción que me producía escucharte recitar de memoria las poesías de San Juan de la Cruz. ¿Cómo es posible que supieras entero el Cántico Espiritual, tú, una mujer sin más estudios que los primarios? Es igual, el caso es que yo te escuchaba recitar aquello de
¿Adónde te escondiste,
Amado y me
dejaste con gemido?»
O:
dejando mi
cuidado
entre las azucenas olvidado,
y yo me quedaba asombrado y enredado en tu voz.
Y también me veo sentado a tu lado, tú cosiendo y yo leyendo alguno de los pocos libros que había en casa. Lo hacía en voz alta, decías que te gustaba mucho oírme leer. Años después, cuando leer era ya para mí una necesidad y una pasión, me confesaste 31 que lo hacías para que yo le fuese cogiendo gusto a la lectura y lo decías orgullosa de tu éxito.
He pensado muchas veces que lo que tú hacías era la más precisa metáfora de la lectura. En la costura se parte de un pedazo de tela que hay que cortar y coser. Leer un libro también es construir una historia a partir de un patrón. Es el lector el que habrá de cortar y coser aquellas palabras para armar la historia. La lectura es un traje que sienta bien al alma y la embellece, como el vestido al cuerpo.
Sigue aquí, conmigo, el sonido de aquellos versos en tu palabra —de los que se fueron sólo nos queda la voz—, y el sonido de la mía cuando te leía aquellos dos libros que me grabaron en el alma la idea de la literatura
[ como el lugar donde encontrarme con la belleza, con el placer y contigo. Por todo, pero muy especialmente por eso, te quiero.
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