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Poemas de Inmaculada Pelegrín forma parte del libro “Todas direcciones” editado por Hiperión, 2020 y con locución de Inmaculada Pelegrín
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CRACKEl vaso resbaló.
Quebró con su estallido
una conversación irrelevante llenando de pedazos de cristal,
de ruido y de reproches la cocina.
Con el firme propósito
de eliminar los restos del naufragio, meticulosamente,
barrimos y fregamos las baldosas.
A pesar de que es mucho
el tiempo transcurrido desde entonces, todavía me asombran las esquirlas
que hirientes en las suelas aparecen. Acechan contumaces nuestros pies, ocultas bajo el zócalo.
Entre tanto el rencor afila sus aristas.
EN EL NOMBRE DEL PAN
Son cien hombres subidos a una valla, sentados sobre ella.
Los veo en el televisor mientras almuerzo .
Cien hombres que subidos a una valla, sentados sobre ella, encaramados, aguardan.
Cojo un trozo de pan ,
lo mojo en salsa boloñesa
y pienso en esos hombres subidos a la valla.
Recuerdo que mi hermano, los domingos, solía acompañarme
a un lugar que llamaban el islote.
Una piedra gigante que interrumpía el mar. Una roca dorada que recorrer descalzos.
Un mínimo arrecife, formado por los restos de una ballena megalítica,
desde la que aprender a zambullirnos .
Él saltaba primero y yo me demoraba balanceando el tórax para tomar impulso. Mi hermano, desde el agua, sonreía esperando a que yo me decidiese.
Con mi cuerpo oscilando, adelante y atrás, lo mismo que un rabino en oración, intentaba encontrar ese momento,
el momento propicio,
el momento exacto en que las olas habrían de acogerme.
Hay cien hombres subidos a una valla. Sentados sobre ella, encaramados.
Unos guardias los miran desde el suelo. Vuelvo a mojar el pan.
En la guerra mi abuelo hacía balas, balas brillantes y cilíndricas,
balas precisas milimétricamente hablando.
Al oír la sirena que avisaba de la presencia de aviones enemigos debía, por su bien, salir corriendo.
A oscuras, para dificultar los bombardeos,
en más de una ocasión rompió sus pantalones.
A través de la tela remendada
se podía observar la luz del mundo.
Esto nos contaba sonriendo
desde su dentadura igual de remendada. Sigo comiendo pan. Hay cien hombres subidos a una valla, sentados sobre ella, encaramados. Balancean su cuerpo adelante y atrás
Esperan su momento .
Muchos llevan rajado el pantalón .
MABIRA CENTRAL FOREST
Para nombrar el bosque,
propongo enumerar todos sus árboles, definir los diámetros,
cada lugar concreto,
cada trozo de tierra sobre un mapa. También el inventario de las hojas, describiendo que el viento
no alcanza a transitar su fronda jeroglífica.
Reseñar los turistas conmovidos, las hormigas de fuego
con su atasco de viernes por la noche
camino de la playa,
los gritos de los monos como el patio de luces
de cualquier rascacielos de New York
y su loca carrera al infinito.
Recalcular en una hoja Excel
los pájaros de nombres imposibles,
el bochorno y el barro en las Chirucas, el fragor con que expresa
el mundo su aquelarre.
Para nombrar el bosque, pues, sea lo que sea, la verdad merece que se diga,
habría que inventar nuevas palabras distintas a un lenguaje que no sabe
decir lo que es más grande que sí mismo. Tres amigas se sacan una foto,
se acercan hasta un ficus y sonríen.
Es seguro que piensan
que caminaron juntas por el bosque.
No saben que en el fondo no podemos nombrarlo.
Cada cual atraviesa un bosque diferente.
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