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"La mariposa violeta", de Andrés Porlán Torroglosa, es el Primer premio de narración corta de la 31ª ed. Premios “María Agustina”, con locución de Lola Porlán y música de J.S. Bach: Goldberg variations
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LA MARIPOSA VIOLETA
Me llamo Gerardo, tengo nueve años y voy a la escuela de San Pa lo, en la Calle Mayor. Mi escuela es m·uy bonita, tiene un jardín muy grande donde algunos compañeros juegan al bal.ón, otros al es-condite y otros, unos pocos,:se sientan en los bancos a mirar el sol y no hacer nada. Mi maestra se llama qoña Julia y es muy guapa; viste siempre de blanco y cuando me sale bien un dibujo me acaricia el pelo y a mí me gusta mucho. Cuando sea· mayor y tenga un montón de dinero, volveré a por ella a la escuela con un coche muy·grande, como Jos que salen en la tele, y nos casaremos. Ella todavía no lo sabe, pero nos casaremos.
Me gusta ver la televisión, pintar animales e insectos y correr; correr mucho con los brazos abiertos como si en cualquier momento fuera a echar a volar. Pero mi mamá sólo me deja correr por casa, nunca en la calle,y, claro, dentro de casa uno no puede echar a volar. Mi mamá también es muy guapa, tiene algunas canas, pero eso no la hace fea. Es muy buena conmigo, me deja comer muchas gal letas y beber mucho zumo y juega conmigo a los indios y a otros Juegos, pero es muy mala jugando. Mi mamá, de vez en cuando, llora; yo la veo a través de la cerradura de la puerta de su habita ión, pero ell no sabe que yo la veo llorar.
Creo que mi _mamá se está haciendo mayor. El otro día me levantó igual que todas las mañanas, me ayudó a ducharme, me vistió, me preparó el desayuno y me acompañó a :la puerta, hasta que llegó el autobús de la escuela. El señor Basilio, el conductor del autobús; me chocó la mano y fui a sentarme a mi sitio.
Al salir miré por la ventana y le dije adiós a mamá con la mano estaba tan guapa... Hacía bastante calor ese día y, en el cielo, brillaba un sol inmenso. Al llegar a la escuela la maestra me dio los buenos días y me acompañó hasta la clase. Esa mañana terminamos pronto las lecciones y doña Julia me dejó dibujar en una hoja hasta que sonara la campana que marca el final de las clases. Dibujé una mariposa muy bonita, con unas alas grandísimas y unas antenas muy finitas y muy largas. La pinté de un color violeta muy bonito y parecía que la mariposa iba a salir volando del papel en cualquier momento. Pero tan entusiasmado estaba con mi mariposa que no me di cuenta de que la campana había sonado hace tiempo y Doña Julia me dijo que corriera, que iba a perder el autobús, Me puse la mochila al hombro y aún con el dibujo de la mariposa en la mano corrí por el pasillo y por el jardín, pero, cuando llegué a la parada, el autobús ya se había marchado.
Al principio me asusté un poco, pero ya tengo nueve años y soy un niño mayor casi un hombre, y decidí regresar andando a casa. No era la primera vez que lo hacía, ya que muchas otras veces mamá me había recogido en la escuela para ir al médico Y, después, volvíamos a casa paseando. ·El camino no era muy
largo y me acordaba bastante bien; solo un par de veces tuve que dar la vuelta por haberme equivocado de calle y entonces, aprovechando que mamá no estaba cerca, corrí y corrí con mis brazos abiertos para intentar volar. Imaginé que era la mariposa violeta y que volaba por encima de los árboles. La gente me miraba mientras yo imaginaba que ya había empezado a levantar los pies del suelo.
Después de un buen rato corriendo, tuve que parar a tomar aire. Ya había llegado a la plaza de la iglesia, junto a la panadería donde mamá me compra esos pasteles de crema que están tan ricos. Y estaba yo descansando cuando se acercó un hombre con un traje de chaqueta y una barba blanca muy grande. Yo nunca lo había visto antes. El hombre de la barba se quedó mirándome y, mientras se acercaba, empezó a hablarme .
-¿Gerardo? ¡Coño, Gerardo Cape!! ¡Hace por lo menos cinco años que no te veía! ¿Por qué no nos tomamos una cerveza y me cuentas qué ha sido de tu vida en estos últimos años?
El hombre de la barba me cogió por el hombro como si fuéramos viejos amigos y echó a andar. Y yo me acordé de esos niños que se van con hombres malos y nunca vuelven a ver a sus padres... Sentí que el miedo me recorría la espalda, me desembaracé de la mano del hombre que agarraba mi hombro y salí corriendo. A lo lejos oía la voz del hombre, gritando: ¡Gerardo! ¡Gerardo! Yo corría y corría, cada vez más y sin saber adónde iba. Las personas, en la calle, me miraban y se reían. ¡:Mirad cómo corre el viejo!, decían.
Y sin saber cómo, llegué hasta los brazos de mamá. Estaba en la puerta de casa y había salido a buscarme, extrañada porque no me había bajado del autobús. Me preguntó lo que pasaba y yo no podía hablar; sólo lloraba y lloraba. Mamá me cogió de la mano y juntos llegamos a casa. Me lavó la cara sudada y me sonó la nariz. Estando yo más tranquilo, me volvió a preguntar lo que me pasaba y yo, atropelladamente, le conté la historia de la mariposa violeta tan bonita que había dibujado, y que el autobús se marchó sin mí y que jugaba a correr hasta poder volar; y el hombre de la barba que quería .que me tomara una cerveza con él, pero realmente quería llevarme 1ejos de ella, y que escapé corriendo .mientras la gente se reía d mí y que al final, la había encontrado a ella. Mi mamá me acariciaba el pelo, hasta que llegué a la parte del hombre de la barba; dejó de acariciarme y empezó a llorar. Yo le prometí que nunca se me volvería a escapar el autobús, que no. correría más por la calle y que nunca, nunca, me iría con nadie y la dejaría sola. Mi mamá abrió sus grandes ojos llenos de lágrimas, me abrazó y me dijo:
-¡Gerardo, cariño! ¡Querido Gerardo! Ojalá esa enfermedad del demonio nunca te hubiera robado la memoria. Todas las noches sueño con que vuelves a ser el de siempre, mi marido, y recuperamos la vida en el mismo momento en que la dejamos. ¿Por qué no dejas de creer que eres un niño de nueve años y recuerdas que en realidad tienes sesenta? Ojalá esa maldita enfermedad des apareciera y volvieras a ser el de siempre.
Y después de decir todas estas cosas raras mi mamá me dio un beso; pero no un beso en el pelo, en la mejilla, o en una rodilla como cuando me hago daño, si no un beso en la. boca Yo me asusté mucho, salí corriendo, me encerré en mi cuarto y volví a llorar; porque no entendía nada de lo que estaba pasando y entonces, al limpiarme las lágrimas de los ojos, descubrí que era mi mano derecha estaba todavía el dibujo de la mariposa que no había soltado desde que salí de la escuela. Quería olvidarme de todo lo que estaba sucediendo, y volver a soñar con ser una mariposa que surca los aires, así que desdoblé el papel que estaba muy arrugado. Al abrirlo, los colores se habían difuminado y las arrugas del papel hacían que sus grandes alas violetas parecieran desgastadas. No era la mariposa que yo había dibujado::a mía era una brillante y joven mariposa y ésta estaba arrugada y fea. Y, como yo no quería ser una mariposa vieja, hice una bola con el dibujo y la lancé hacia la calle desde la ventana de mi habitación.
Creo que después me quedé durmiendo y, cuando volví a despertar, mamá me estaba preparando el desayuno. Me dio los buenos días y me besó en el pelo.
-¡Venga, que vas a llegar tarde a la "escuela!
Sus ojos estaban más bonitos que nunca y yo le di un abrazo muy fuerte.
Parecía que había olvidado lo que pasó la tarde anterior.
En el autobús hacia la escuela pensaba en mamá. Creo que se está haciendo mayor y por eso se le olvidan las cosas. Pero yo la voy a cuidar mucho, voy a estar siempre. Con ella y la voy a seguir queriendo por siempre. Y pensando esto, y casi -sin darme cuenta había llegado a la escuela, y en lo alto se podía leer en letras muy grandes Escuela-Hospital San Pablo. Doña Julia me recogió en la parada; me acarició el pelo y, andando dé la mano, nos fuimos juntos para clase.
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