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Luego elevó una plegaria
al río Lo Lang Ho, rey de los ríos y rival del cielo al amanecer, para que le trajera
en un bote de ligero bambú a un amante que llegara remando de la tierra del interior
vestido de seda amarilla y con cinturón de turquesas . Rogó para que fuera joven,
alegre e indolente, para que tuviera un rostro ama rillo como el oro, luciera un
rubí en su gorro y se iluminara con faroles que resplandecieran al atardecer.
Así iba aquella tarde
la muchacha rogando al río Lo Lang Ho mientras caminaba tras las vacas a la orilla
del pantano de los lotos. Pero el dios de jade verde, que se hallaba sumergido en
él, sintió celos del amante por el que la doncella Li La Ting rogaba al río Lo Lang
Ho, y maldijo al río a la manera en que maldicen los dioses, y lo convirtió en un
mezquino y maloliente riachuelo.
Todo esto ocurrió
hace mil años. El Lo Lang Ho hoy no es más que una simple penalidad para los viajeros
que lo encuentra n a su paso, y la gloria del gran río que fue hace mucho que ha
sido olvida da. Ninguna historia refiere la suerte de la muchacha. Los hombres
piensan que fue convertida en una diosa de jade que, sentada en un loto esculpido
en piedra, sonríe junto al dios de jade verde al fondo del pantano y sobre las cumbres
de las antiguas montañas de jade. Las mujeres, sin embargo, saben que su espíritu
aún vaga por los alrededores del pantano de los lotos durante sus crepúsculos
resplandecientes cantando al río Lo Lang Ho.
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