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“El principito” de Antoine de Saint-Exupéry en Versión Fácil adaptada por Javier Alcázar Colilla , está editado por Adapta en el año 2018, con locución de club de lectores del IES Ramón Arcas y música de cap 6 El dúo de las flores la ópera Lakmé por Leo Delibes, cap 16 Serenade Op.7 de Gabrielle Pierné, cap 19 Serenade from Hassan de Delius, cap 20 Barcarolle offenbach, cap 21 Händel concierto 4, nº6 y cap 23 El cisne del carnaval de los animales de Camille Saint-Saëns.
PARTICIPANTES
Club de Lectura IES Ramón Arcas Meca: "La hora del bizcocho" curso 22/23
Melchor González García, Mario Fernández Arcas, Antonia Cortés Barón, Alonso Fuentes Martínez, Clara García Gil, Antonio Martínez Reverte, Mariano Reinaldos López, José Alberto Ruiz López, Caridad López Ortega, Iba El Bouzidi Farkane, Andrea García Llamas.
Jefa Departamento de Lengua: Mª José López Bastida
Coordinadora: Encarnación Alarcón Gambín
*El Club de Lectura es una actividad que forma parte de una serie de talleres llevados a cabo durante el tiempo de recreo RECREARCAS.
LEE EL RELATO
CAPÍTULO 6
He tardado mucho tiempo en entender al Principito y cómo era su vida.
Durante mucho tiempo, solo se distraía con las puestas de sol.
Esto lo descubrí el cuarto día, cuando el Principito me dijo:
-Me gustan mucho las puestas de sol.
¡Vamos a ver una puesta de sol ahora!
-Tendremos que esperar,jovencito -le dije yo. El Principito puso cara de sorpresa, y preguntó:
-¿A qué tenemos que esperar?
-Hay que esperar a que el sol se ponga
-le expliqué con cariño.
-¡Ja ja ja! Siempre me creo que estoy en mi planeta .
Todo el mundo sabe que, en la Tierra, cuando es de día en una parte del mundo en el lado contrario es de noche.
Porque la Tierra es un planeta muy grande. Pero el planeta del Principito es muy pequeño.
Por eso puedes llegar aliado contrario del planeta muy rápido, con solo dar unos cuantos pasos .
Así puedes ver la puesta de sol todas las veces que quieras.
-dijo el Principito.
Un poco más tarde, el chico volvió a decir:
-¿Sabes una cosa?
Cuando estoy muy triste, me gusta ver las puestas de sol.
El día que viste más de 40 puestas de sol, estabas muy triste, ¿verdad? -le pregunté.
Pero el Principito no respondió.
CAPÍTULO 16
La Tierra fue el séptimo planeta que visitó el Principito.
¡Y no era un planeta cualquiera!
En la Tierra había mucha más gente que en los otros planetas:
había cientos de reyes, había miles de geógrafos, había un millón de hombres de negocios, había siete millones y medio de borrachos,
y había cientos de millones de hombres vanidosos. Esto quiere decir que, en la Tierra,
había unos 2.000 millones de personas mayores.
Además, antes de inventar la electricidad, había un gran número de faroleros. Alrededor de medio millón de faroleros. Y todos trabajaban muy coordinados.
En medio del desierto había unas montañas. El Principito subió a una de ellas.
Él nunca había visto unas montañas tan altas. Solo había visto sus tres volcanes, que le llegaban a la rodilla.
Pensó que desde allí podría ver la Tierra entera. Y que podría ver a todos los hombres.
Pero solo vio las piedras de las otras montañas.
¡Buenos días!-gritó.
-Buenos días... Buenos días...Buenos días...
Las saludó, y pensó que todas se parecían mucho a su flor. Se sintió muy triste, porque pensaba que su rosa era única en el universo.
¡Pero ahora veía que había muchas más rosas en el mundo, todas iguales!
-Me creía rico porque tenía una flor única, y resulta que solo tengo una rosa normal, como otra cualquiera.
Realmente no soy un gran príncipe ... -dijo el Principito.
El Principito se tumbó en la hierba, y lloró.
Entonces apareció el zorro:
La Tierra fue el séptimo planeta que visitó el Principito.
¡Y no era un planeta cualquiera!
En la Tierra había mucha más gente que en los otros planetas:
había cientos de reyes, había miles de geógrafos, había un millón de hombres de negocios, había siete millones y medio de borrachos,
y había cientos de millones de hombres vanidosos. Esto quiere decir que, en la Tierra,
había unos 2.000 millones de personas mayores.
Además, antes de inventar la electricidad, había un gran número de faroleros. Alrededor de medio millón de faroleros. Y todos trabajaban muy coordinados.
Cuando se veía la Tierra desde lejos, primero empezaban a trabajar los faroleros de Oceanía .
Encendían los faroles y se iban a dormir. Luego era el turno de los faroleros de Asia.
A continuación, les tocaba a los faroleros de Europa y África.
Y, por último, encendían sus faroles los faroleros de América, del Norte y del Sur. Era un espectáculo maravilloso.
Solo había dos faroleros que vivían casi sin trabajar: los faroleros del Polo Norte y del Polo Sur.
Como allí el día dura seis meses, y la noche otros seis meses, esos faroleros solo tenían que trabajar dos veces al año.
CAPÍTULO 19
En medio del desierto había unas montañas. El Principito subió a una de ellas.
Él nunca había visto unas montañas tan altas. Solo había visto sus tres volcanes, que le llegaban a la rodilla.
Pensó que desde allí podría ver la Tierra entera. Y que podría ver a todos los hombres.
Pero solo vio las piedras de las otras montañas.
¡Buenos días!-gritó.
-Buenos días... Buenos días...Buenos días...
respondió el eco
-¿Quién eres? -dijo el Principito.
-¿Quién eres? ...¿Quién eres? ...¿Quién eres?
-repitió el eco.
-¿Quieres ser mi amigo? Estoy solo
-volvió a decir el muchacho.
Estoy solo... estoy solo... estoy solo...-respondió el eco.
El Principito pensó que la Tierra era un planeta muy raro. Todo está seco y lleno de piedras.
Y pensó que los hombres repiten todo lo que les dicen, como hacía el eco.
También pensó en su flor, que era siempre la primera en hablar.
Después de atravesar arenas, rocas, nieves y caminos, el Principito descubrió un jardín lleno de rosas .
¡Pero ahora veía que había muchas más rosas en el mundo, todas iguales!
-Me creía rico porque tenía una flor única, y resulta que solo tengo una rosa normal, como otra cualquiera.
Realmente no soy un gran príncipe ... -dijo el Principito.
El Principito se tumbó en la hierba, y lloró.
Entonces apareció el zorro:
¡Buenos días! -dijo el animal al Principito.
El Principito le saludó, pero cuando miró no vio a nadie.
Estoy debajo del manzano -dijo el zorro.
¡Olté bonito eres! -dijo el Principito-.¿Tú quién eres?
Soy un zorro -dijo el animal.
¡Estoy muy triste! -dijo el Principito-.
¿Por qué no juegas conmigo?
Yo no puedo jugar contigo -contestó el zorro-.
No estoy domesticado.
¿Y qué significa "domesticar"? -preguntó el niño.
-Es una cosa que casi todos los hombres han olvidado. Significa crear lazos.
El Principito le saludó, pero cuando miró no vio a nadie.
Estoy debajo del manzano -dijo el zorro.
¡Olté bonito eres! -dijo el Principito-.¿Tú quién eres?
Soy un zorro -dijo el animal.
¡Estoy muy triste! -dijo el Principito-.
¿Por qué no juegas conmigo?
Yo no puedo jugar contigo -contestó el zorro-.
No estoy domesticado.
¿Y qué significa "domesticar"? -preguntó el niño.
-Es una cosa que casi todos los hombres han olvidado. Significa crear lazos.
-¿Crear lazos?
El zorro continúo explicándole al Principito:
-Tú para mí eres solo un niño, muy parecido a miles de niños en el mundo. Yo para ti solo soy un zorro,
muy parecido a miles de zorros en el mundo.
Tú no me necesitas para nada, y yo no te necesito a ti. Pero si tú me domesticas, los dos nos necesitaremos. Yo seré para ti único en el mundo, tú serás para mí único en el mundo.
-Ya lo voy entendiendo -dijo el Principito-. En mi planeta hay una flor...
Creo que ella me ha domesticado. El zorro continuó hablando:
Mi vida es muy aburrida.
Me paso el día cazando gallinas para comer, y huyendo de los hombres que me quieren cazar a mí. Pero si tú me domesticas, mi vida será mucho más alegre: reconoceré tus pasos entre los de otros hombres, y oírlos me hará muy feliz.
Recordaré tu pelo rubio cuando vea el trigo, y eso me hará muy feliz.
Por favor, domestícame -volvió a pedir el zorro.
-Solo podemos conocer bien
las cosas que domesticamos -le explicó el zorro-. Para ser amigo de alguien hay que conocerlo bien.
¡Si quieres un amigo, domestícame!
El Principito estuvo de acuerdo, y el zorro explicó al Principito cómo se domestica a alguien.
Lo primero es tener mucha paciencia.
El primer día hay que sentarse un poco lejos el uno del otro. Y no hay que hablar; al hablar suele haber malos entendidos. Y cada día hay que sentarse un poco más cerca...
Además, hay que intentar hacerlo siempre a la misma hora. Así, el corazón empieza a emocionarse una hora antes.
Sin saber a qué hora viene la persona que nos domestica, el corazón no tiene tiempo de prepararse.
Y siguiendo estos pasos, el Principito domesticó al zorro.
Pasado un tiempo, llegó el momento de que el Principito siguiera su viaje. Tenía que despedirse del zorro.
-Voy a llorar -dijo el zorro.
-Es culpa tuya -le dijo el principito-.
Yo no quería hacerte daño, pero tú has querido que te domestique. No has ganado nada con eso.
Me encantaría domesticarte -dijo el Principito-, pero tengo muchas cosas por conocer, quiero hacer amigos, y tengo poco tiempo.
-Sí he ganado algo -dijo el zorro-.
Ahora, cuando vea el color del trigo, me acordaré de ti. Y luego, el zorro añadió:
-Vete a ver a las rosas del jardín; entenderás por qué tu rosa es única en el mundo.
Luego ven a despedirte de mí, y yo te regalaré un secreto. El principito se fue a ver las rosas del jardín, y les dijo:
-Ahora comprendo que no os parecéis en nada a mi rosa. Nadie os ha domesticado, ni vosotras habéis domesticado a nadie.
Sois muy bonitas, pero nadie daría la vida por vosotras. Sin embargo, mi rosa es más importante que todas:
porque yo la he regado; porque yo la abrigué por las noches; porque yo maté a los gusanos que la atacaban; porque la he escuchado en los momentos buenos y en los malos. En definitiva, porque ella es mi rosa.
Después de decir esto a las rosas del jardín, el Principito fue a despedirse del zorro.
-Adiós, querido zorro -le dijo.
-Adiós -contestó el zorro-.
Te voy a contar mi secreto: solo se ve bien con el corazón; lo más importante es invisible para los ojos.
Y el zorro añadió:
-Tu rosa es más importante que las demás por el tiempo que tú has gastado con ella.
Eres responsable para siempre de lo que has domesticado .
Por eso tú eres responsable de tu rosa.
El Principito se alejó repitiendo ese hermoso secreto, para que no se le olvidara nunca:
-Lo más importante es invisible para los ojos...
Soy responsable de mi rosa...
CAPÍTULO 23
El Principito siguió andando por la Tierra.·
Y se encontró con un vendedor.
El vendedor vendía unas pastillas para quitar la sed.
Si tomabas esa pastilla, ya no tenías sed en una semana.
El Principito no entendía muy bien para qué vendía esas pastillas.
Y se lo preguntó al vendedor.
El vendedor le respondió:
-Con estas pastillas se ahorra mucho tiempo.
Según los expertos, puedes ahorrar 50 minutos a la semana.
-¿Y en qué se pueden gastar esos 50 minutos?
Cada uno puede gastarlos en lo que quiera le aclaró el vendedor.
El Principito pensó:
«Si yo tuviera 50 minutos, daría un agradable paseo. Pasearía hasta una fuente, para poder beber agua fresca».
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