ESCÚCHALO
“La felicidad” de Teffi , forma parte del libro "Cuentos de mujeres europeas" está editado por Clan en el año 2006, con locución de María del Mar Mateo Gallego y música de François Joseph Naderman sonata in D menor, Op. 96 nº6
LEE EL RELATO
LA FELICIDAD
Por Teffi
Sí una vez fui feliz.
Hace ya mucho tiempo que definí lo que era la felicidad, hace mucho, cuando tenía seis años. y cuando lo supe no la reconocí de inmediato. Pero recordé como tenía que ser y entonces supe que era feliz.
Recuerdo que yo tenía seis años y mi hermana cuatro.
Después de la comida habíamos corrido sin parar arriba y abajo de la larga sala, nos perseguíamos la una a la otra, gritábamos y nos caíamos. Hasta que finalmente nos cansamos y acallamos.
Estoy de pie junto a ella mirando por la ventana a la turbia calle de primavera en el crepúsculo.
Los crepúsculos de primavera siempre son desasosegantes y tristes.
Estamos en silencio. Escuchamos como tiemblan los cristales de los candelabros al paso de las carretas por la calle.
Si fuéramos mayores, pensaríamos en la maldad humana, en las ofensas, en nuestro amor, ese que han agraviado, y en ese otro amor que nosotras mismas hemos ofendido y en la felicidad que no existe.
Pero somos niñas y no sabemos nada. Tan sólo estamos en silencio. Nos asusta darnos la vuelta. Nos da la impresión de que el salón y toda esta casa grande y llena de ruidos en la que vivimos han oscurecido completamente. ¿Por qué está tan silenciosa ahora? ¿Acaso se han ido todos y rios han olvidado aquí, a dos niñas pequeñas, apoyadas en la ventana de una enorme habitación oscura?
Cerca de mi hombro veo un ojo redondo y asustado de mi hermana. Me está mirando, ¿Va a echarse a llorar o no?
Y en ese momento recuerdo la sensación que he tenido durante el día, tan brillante y bella que inmediatamente me olvido de la oscuridad de la casa y de la calle mate y melancólica.
¡Lena! -le digo en voz alta y alegre-¡Lena, hoy he visto un tranvía de caballos!
Pero no le puedo contar por completo la desmesurada sensación de felicidad que me ha producido el tranvía de caballos.
Los caballos eran blancos y corrían muy rápido, el vagón era rojo o amarillo, precioso, dentro había mucha gente sentada, . todos desconocidos, así que podían conocerse entre ellos e incluso jugar a algún juego ingenioso. En la parte de atrás, en un estribo, estaba el revisor de pie, todo cubierto de adornos dorados, bueno, puede que no .todo y sólo un poco: los botones y la reluciente trompetilla que hacía sonar.
-¡Tuuu-turú!
El sol brillaba en la. trompeta y salía despedido en sonoras gotas de oro.
¡A ver cómo cuentas todo esto! Lo único que se puede decir es:
-¡Lena, he visto un tranvía de caballos!
Sí, y no hizo falta nada más. Por mi cara, mi voz, ella com prendió todila infinita belleza de esa visión.
¿Y acaso cualquiera puede saltar sobre esa carroza de la felicidad y salir disparada bajo los sonidos de la trompeta de oro?
¡Tuuu-turú!
No, no todo el mundo. Freilán dice que hay que pagar.·Por eso no nos suben. A nosotras nos encierran en una aburrida y mohosa carreta con ventanas traqueteantes, que huele a cordobán y pachulí y donde ni siquiera nos dejan apoyar la nariz en el cristal.
Pero cuando seamos grandes y ricas tan sólo iremos en tranvía.
¡Y seremos muy, muy felices!
Salí lejos, a las afueras de la ciudad. El asunto que me llevaba allí no salió, y encima el calor me estaba dej ndo extenuada.
A mi alrededor no había nada, ni un cochero.
Pero de pronto, traqueteando con todo su cuerpo, apareció arrastrándose un tranvía de un caballo.
. Al caballb blanco, flaco, le sonaban todos los huesos mientras las cinchas colgantes chasqueaban c.ontra su piel teseca. ·Su blan co y alárgado hocico se balanceaba siniestramente.
"Reíros, reíros, pero como me muera aquí a la vuelta de la esquina, os vais a tener que bajar a la calle".
Un tevisor irremediablemente melancólico esperó hasta que me subí y con la misma incurable melancolía tocó la trompeta.
-¡Tuuu-turú!
El estridente grito de cobre y el ardiente sol que brillaba inmisericorde sobre las volutas de la trompetilla me provocaron dolor de cabeza.
·Dentro del vagón el aire era pesado, olía a plancha recalentada. Una oscura figura ton gorra y escarapela me miró durante un largo rato con ojos enturbiados y de pronto, co.mo si compren- diera algo, sonrió, se sentó a mi lado y dijo, exhalando en mi cara su aliento a pepinillos salados:
-¿Me permite que la acompañe?
Me1evanté y salí a la plataforma :
El tranvía se detuvo, .esperó a que pasara el vagón en dirección contraria y comenzó a traquetear de nuevo.
Y en 1a acera había una .niña pequeña que nos contemplaba pasar COn unos ojos azules abiertos llenos de ·Sorpresa y arrobo.
Y de pronto recordé .
"Viajaremos en tranvía . Y seremos muy, muy felices".
¡Entonces, eso quiere decir que ahora soy feliz! Viajo en tranvía y puedo conocer a todos los pasajeros, y el revisor hace sonar su trompetilla y el sol arde en su superficie.
¡Soy feliz! jSoy feliz!
Pero, ¿dónde·está ahora ella, ésa niña pequeña en el gran s lón oscuro, que imaginó esta felicidad para nú? Si la pudiera encon trar y contárselo se alegraría.
Qué terrible que nunca la encontraré, que ya no existe y que nunca volverá a existir, . la más querida ·y la más cercana, yo 1n1sma.
Pero yo sigo viviendo ...
Traducido por Rafael Torres Pabón
0 comentarios:
Publicar un comentario
En breve aparecerá tu comentario. Gracias por participar